Este refrán alude claramente a la importancia de la reputación, que tan fácil es de perder y que una vez que se ha puesto en duda es difícil o imposible recuperar, pues siempre permanecerá dicha duda y nunca más saldrá. Si una persona queda asociada a un acto que produzca cierta vergüenza, probablemente aunque se demuestre la falsedad de la acusación, esta será eficaz. Este refrán fomenta las calumnias y difamaciones especialmente eficaces contra políticos.