Este refrán alude a aquellos creyentes que esperan gozar del favor divino, o de la fortuna. Les dice que Dios no siempre ayuda sino que al contrario aprieta y provoca situaciones de crisis, tal vez de desgracia. Más sin embargo hay que conformarse puesto que podría ser peor, y además deja pie a la esperanza de que una solución satisfactoria.