Este refrán critica claramente a aquellos que siempre ofrecen buena cara a todo, pecan de excesivo optimismo y ocultan los problemas. Utiliza una terminología muy clara, relativa a la higiene personal que algunos pueden disimular por ejemplo con perfumes para ocultar una falta de higiene. Si algo parece que va siempre bien, da pie a desconfiar, y este refrán pone el foco en aquellos poco críticos que nunca hablan de problemas.