Este refrán establece una relación clara entre el motivo del pecado con el del castigo por pecar. La penitencia no debe ser aleatoria sino muy relacionada con la pena. Se podría por ejemplo hablar de que un hurto debiera compensarse con una pena monetaria o incluso para un acto de violencia debiera establecer una pena violenta. Está muy relacionado por tanto con la ley del talión, el ojo por ojo.