Este refrán contrapone lo nuevo con lo viejo y pone en valor a lo viejo por encima de lo novedoso, al que hay que reconocerle que entra mejor al ojo y nos llega mucho más, pero que también tiene carencias y finalmente acaban pesando. Es entonces cuando se pone en valor lo viejo, que debido a la experiencia se sabe de su valor y permanece. El refrán alude claramente al trato con personas, a la facilidad con la que nos mostramos dispuestos a nuevas amistades pero que sin embargo son las de toda la vida las que valen la pena.