Este refrán se usa para atacar a aquellos que son demasiado orgullosos y presumidos, puesto que estas acciones en realidad son contraproducentes. Vanagloriarse en exceso va a traer implicaciones negativas. Este refrán está muy relacionado con el: «Dime de qué presumes, y te diré de qué careces«, aunque no es exactamente lo mismo. En este caso simplemente se destaca el aspecto negativo de la acción, mientras que en el otro se va a lo concreto del motivo de la alabanza.