Este refrán apela a la humanidad del hombre, de la propia naturaleza humana que provoca que hasta el el ser más bondadoso que exista haya cabida para un poco de maldad, e incluso que en el ser mas malvado haya un espacio de bondad. Como todo es relativo, las cosas nunca suelen ser blancas o negras, y menos en lo relativo a los hombres. En determinadas situaciones y más allá de las apariencias, es normal que haya ciertas contradicciones.