Este refrán significa como las desgracias o la fatalidad suelen ser fuente de solidaridad, de hacer causa común y que tenga como consecuencia no solo la posibilidad de conocer a otras personas, sino las sucesivas relaciones que bien pueden derivar en amistades. Si cuando las cosas van bien, es fácil hacer amigos, cuando no van tan bien es difícil, pero se pueden forjar amistades incluso mejores.