Este refrán señala una persona puede caer en desgracia y muchas veces no hay una relación directa con una causa que la produzca. Es decir, puedes ser fruto de otras cosas, y aunque no «se busque» se tenga mala suerte. En este caso, todavía puede hacer más daño el hecho de pensar que no se es culpable. Por otro lado, también pretende exculpar de responsabilidades a aquellos que atribuyen sus desgracias simplemente a la fortuna, lo que suele ser un comportamiento inocente e infantil.