Este refrán es similar al que dice que los caminos de Dios son inescrutables, ya deja claro que todo forma parte de un plan maestro donde nada es lo que parece. Deja claro, por tanto, que hay un destino escrito y depende de Dios y no del hombre. Ese destino no es fácilmente descifrable pero se verá en el futuro. El destino será supuestamente bueno y por eso se usa para ocasiones donde el receptor del refrán acaba de recibir nuevas desagradables.