Este dicho apela a la paciencia de Dios, quien tiene una capacidad de comprensión enorme y no exigirá responsabilidades ni establecerá penas a la ligera. No obstante, esta particularidad no será eterna, y a la larga sí se acaba pagando, con lo que finalmente si habrá reproche, probablemente tras la muerte, en la vida después de la muerte en la que creen los cristianos.