Este refrán indica que la culpa de un engaño no es siempre del que lo hace, si no también en quien lo recibe, ya que si un trato o negocio parece muy beneficioso para uno, en ocasiones ahí está la trampa y la codicia nubla la mente del engañado.
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- No puede ser el cuervo más negro que sus alas
- Dios aprieta, pero no ahoga
- Dios da el frío conforme la ropa
- El bien, buscarlo; Y el mal, esperarlo