Este refrán o dicho ataca a una posición de excesiva comprensión ante las posiciones y opiniones de los demás. Es decir, más allá de la tolerancia y del respeto, si de veras te muestras comprensivo ante las posiciones más extremas, lo que estás precisamente es justificándolas, cuando tal vez se requiera una posición más firme y menos tolerante. Debe de haber ciertas normas para que las vidas de las personas sean dignas de ser vividas, y la excesiva tolerancia ante la maldad las pone en duda.