Este refrán se aplica a las personas o hechos que son parecidos y a la vez despreciables. Se dice en tono irónico y muchas veces despectivo, para indicar que dos personas o cosas son de desconfianza o igual de malas.
Este refrán se aplica a las personas o hechos que son parecidos y a la vez despreciables. Se dice en tono irónico y muchas veces despectivo, para indicar que dos personas o cosas son de desconfianza o igual de malas.