Este refrán alude a lo que considera recursos básicos para todo hombre como es el alimento del cuerpo y del espíritu, que no pueden ser de cualquier modo sino con vino en el primer caso y con un agustino en el segundo. En la edad media no había tanta variedad a la hora de elegir las bebidas o los oradores para los sermones, pero los buenos vinos y los seguidores de San Agustín tenían prestigio, aportando citas muy interesantes.