Este refrán mide y compara  al mal en dos momentos, cuando irrumpe en nuestra vida y cuando finalmente se consigue mejorar. El mal que bien podría ser una catástrofe, un golpe de mala suerte o de enfermedad,  cuando llega lo hace en grandes cantidades, a brazadas, que es una cantidad enorme si la comparamos con la pulgada, la manera en la que dice que se va el mal. Es decir, aunque el llega fuerte y en grandes cantidades, se va luchando contra el consiguiendo pequeñas victorias y tardando bastante tiempo.