Este dicho es una composición de una primera parte donde se maldice algo, más una segunda donde se apela a la serenidad, a la prudencia y al buen juicio. Y es que nos podemos encontrar con que rechazamos una persona, cosa o acción que no nos gusta, al menos alguna característica o manifestación. Sin embargo hay que ver la totalidad para poder juzgar convenientemente, ya que a menudo y a pesar de la existencia de ciertas características que nos molesten, luego otras provocan que sí valga la pena.