Esta frase es un aforismo atribuido a Marcial, autor del siglo I d. C., que te inculca que las buenas personas no aprenden bien de las experiencias de la vida. Está relacionado con el dicho de que las personas buenas son tontas, aunque no es exactamente lo mismo. En  realidad presupone que las injusticias de la vida y las malas artes te deberían llevar a ser una persona que sepa defenderse de ellas o afrontarlas correctamente, algo que sólo los deshonestos logran conseguir.