Este refrán busca la complacencia con la vejez y un tono de reinvindiación ya que en esta etapa de la vida donde decaen tantas cosas, no implica que tengan forzosamente que decaer las emociones o algunos deseos que son siempre simbolizados por el corazón. Incluso alude a los ojos y al deseo que se genera al ver cosas bellas. Queda por tanto expresado que incluso frente a la impotencia ante determinadas cosas, el deseo permanece.