Este refrán asocia dos conceptos como son la vanidad y la pobreza, más allá del simple «vanidad de vanidades, y todo vanidad«. La relación entre ambos es de unidad, es decir, que de algún modo van siempre juntos, y ahí donde se manifiesta lo uno también está presente lo otro. Más en concreto, parece un ataque claro a las personas vanidosas, las cuales son así debido a una carencia que pretenden cubrir, o simplemente son pobres de espíritu.