Este refrán alude directamente ante la igualdad de los seres humanos estableciendo según la religión Católica que todos somos hijos de Adán y Eva. No obstante dicha igualdad sabemos que no es real y más en concreto la desigualdad de oportunidades ya desde la cuna, porque desde el primer momento la clase social y el entorno (representado por el acceso o no a la seda) nos marcará el acceso a bienes, educación o diversos privilegios.