Este refrán está muy relacionado y de hecho complementa al de «Sobre gustos no hay nada escrito», que muestra como la percepción individual es muy cambiante y es un error imponer un criterio, establecer un patrón o siquiera la mera discusión acerca de las posibilidades, probablemente por la incapacidad para establecer un consenso. El concepto de belleza parece demasiado subjetivo como para establecer juicios al respeto.