Este refrán te pretende dejar claro que todo cansa y aburre, hasta lo más exquisito. en realidad también va asociado a la infidelidad, ya que pretende justificar a ciertos reyes y a su hastío por yacer con la misma mujer, por muy reina que fuera. La frase es atribuida a Enrique IV (siglo XVI) aunque posiblemente es mucho anterior. En general, todo en exceso es malo, y todo puede llegar a cansar, incluso las cosas más hermosas y buenas, o los vicios.