Ese refrán es ciertamente negativo a la hora de valorar la posibilidad de cambio para una persona caracterizada por su vileza en una transición hacia la bondad. Está claro que la experiencia nos va cambiando con el tiempo, pero así como el espíritu puede ir corrompiéndose a medida que tenemos experiencias negativas, este refrán nos muestra que el caso contrario es muy infrecuente y de hecho si sucede será tras una larga espera.