Este refrán puede entenderse como que hay que ser conservador frente a la evaluación del riesgo, y donde no vale seguir la tendencia de los más temerarios. O también puede entenderse en términos de conducta y de moralidad, en la que tirarse de un balcón va asociado a un comportamiento malo, que en ningún caso debiera ser imitado. Nuevamente se pone de manifiesto el conservadurismo y la prudencia.