Este refrán establece una relación entre un gran acontecimiento malo y desagradable que viene desencadenado por otro más normal y relativamente pequeño. Es decir, una causa de una magnitud relativamente pequeña es capaz de provocar un  efecto tan devastador como pudiera ser una enfermedad, una epidemia. Por tanto aconseja cuidar los pequeños detalles y no descuidar ningún aspecto.