Este refrán pretende dar un toque de atención a aquella persona que ha probado fortuna y le ha sonreído. En juegos de azar o en la vida en general, podemos sentirnos afortunados con las primeras experiencias, pero todo tiene su contrapartida y de hecho conviene tener siempre presente que la rueda puede girar. Eso pretenden decir este refrán, que no debe confiarse uno.