Este refrán, cuyo origen no está claro (aunque data al menos del siglo XVI) parece poner en alza los valores de la juventud. En concreto menciona a la edad de 11 años, una etapa avanzada de la infancia y donde es razonable establecer el comienzo de la pubertad. Es una etapa de muchos cambios, de desarrollo y de formación de lo que será el cuerpo adulto. Este refrán la pone en valor y otorga términos como robusted o inconsciencia.