Este refrán pretende señalar que las conductas de las personas no vienen predefinidas por su clase social. Así pues, independientemente de la familia o entorno del que provengas, o del dinero que tengas en tu cuenta bancaria, tú puedes tener valores positivos o negativos. En el caso de que alguien rico o con títulos nobiliarios comete un acto perjudicial para otros, no debe señalarse a todas las personas con dinero sino a esa en particular.