Este refrán es muy duro, pues manifiesta la realidad de que en muchas ocasiones vemos como ocupan cargos o reciben premios aquellos que al menos en principio no parece que hayan tenido más méritos que otros candidatos. Esto da pie a entender que tal vez el criterio de méritos no es el correcto, o que algún poder tiene mayor influencia que la meritocracia. A menudo algunos suplen sus carencias de méritos con malas artes como la compra de votos, intercambio de favores, tráfico de influencias… etc.