Este refrán te muestra que para poder desear algo primero tienes que sentirlo especialmente con la vista. No se puede querer algo de lo que no sabes que existe o no lo percibes de ninguna manera. Está muy relacionado con el refrán: «Ojos que no ven, corazón que no siente«, evidentemente, pues sólo muestra lo mismo desde otro punto de vista.