Este refrán te indica que ante una disputa, sea violenta o no, lo más aconsejable siempre es la prudencia, y que además esto no va a ser un síntoma de cobardía. Cuando hay conflictos y rencillas puedes responder de manera similar incluso de mayor grado, lo que algunos pueden interpretar como fuerza o valentía, pero esto es un error pues te pone a su mismo nivel. Una respuesta violenta no es aconsejable en ningún caso, y no habla de poner la otra mejilla sino de obrar con cautela y sin acalorarse en una disputa violenta.