Este refrán indica que una gran parte de placer se da más que en el hecho que lo produce, en poder compartirlo. Literalmente niega el hecho de que un individuo pueda tener placer si nadie lo conoce aparte él mismo, algo que no parece razonable. No obstante el hecho de ser compartido magnifica el placer, así como pueda suceder con las penas, que compartidas, no duelen tanto.