Este refrán alude al concepto del bien y del mal que más allá de ser una contraposición en sí misma, también se diferencian en la forma que tienen de abordarnos. El bien suele llegar muy lentamente y muchas veces como consecuencia de buscarlo y trabajarlo durante mucho tiempo. Sin embargo el mal suele llegar sin esperarlo, de sorpresa. El refrán pretende alarmar sobre esto y por tanto anima a ser precavidos con el mal y pacientes con el bien.