Este refrán resalta como en ocasiones parece que la fortuna se pone en contra precisamente de los que parece que tienen más falta de ella, ataca a los desprotegidos, a los más débiles. En cierta forma, anima a la dejadez y a la autocomplacencia, a culpabilizar a un Dios injusto de las desgracias y por tanto asumir que no se puede hacer gran cosa frente a los designios del ser supremo.
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- Las penas son cadenas
- La mayor desgracia no es tenerla, sino merecerla
- Los males hacen amistades
- Nadie es adivino del mal que está vecino
- Los duelos con pan son menos