Este refrán ataca a aquellas formas de diversión, o actitudes un tanto extrañas para lo común. Realmente detrás parece que hay una crítica a la persona, más que a la actitud, señalando su incapacidad para comportarse de manera normal. Es decir, se indica que la actitud o el acto no es correcto, pero de algún modo lo disculpa porque también establece una condición, y es que su posición o su clase social no le permite optar a otra cosa.