Este refrán alude a una situación donde una señora mayor tira a su espejo al verse demasiado demacrada por la vejez, y precisamente justifica dicha actitud, pues puestos al caso, importa mucho más sentirse a gusto con uno mismo que cualquier cosa material. Pretende aludir también lo de que ojos que no ven, ya que quien no se da cuenta de que una cosa mala pueda estar pasando, tampoco puede sufrir por ella.