Este refrán es una clara advertencia hacia las personas que cogen recursos que no son suyos y los utilizan, puesto que puede darse el caso y se dará que finalmente sean desposeídos. No entra en si la toma de dichos recursos es legítima, como un préstamo donde hay consentimiento, o un robo, pero en cualquier caso como la propiedad está clara y es ajena, llegará el momento donde le despojarán, por ejemplo al transitar por caminos públicos.